martes, 12 de octubre de 2010

Crepusculares, 4

Pongamos que uno escribe una novela, la va escribiendo durante años. Pongamos que la presenta a un premio, y que se lo dan. Piensa que es lo mejor que le puede pasar a un libro: tal vez el dinero no sea lo importante, no lo es, pero le gratifica pensar que la sociedad le premia así voluntad, desvelos. Pongamos que hace la declaración de la renta, y paga exactamente la mitad del premio. Pongamos las cosas como las ve: su esfuerzo le ha costado un ojo de la cara. Le queda otro, pero ya es tuerto. Mejor no escribir, decide.