sábado, 19 de mayo de 2012

Barcas


Nada más bajar del tren me encamino hacia la playa. Me urge preguntarle al mar por su naturaleza. Sus olas crespas, rugientes, frías me responden. Entiendo que se siente esa ebullición húmeda y también un símbolo. ¿De qué?, inquiero. ¿De qué lo es para ti?, me devuelve la réplica. Le digo entonces que su oleaje me parece las sábanas revueltas sobre una cama en un cuarto vacío. Los amantes no están, pero su resplandor impregna los objetos. Lo ves —musita—, un símbolo. Soy al mismo tiempo lo que estás viendo y la habitación sin nadie donde se entrelazan los amantes.