miércoles, 11 de septiembre de 2013

Erin / 3 Dublín


Nadie recoge los colores cuando se va. Si ha de irse, ni siquiera se dará la vuelta. Así se quedan los sueños. El sol los despinta. La lluvia los reblandece. El frío los arranca. Pero permanecen. Sin que les importe cubrirse con el polvo del ambiente o la indiferencia de los transeúntes. En la ciudad solo cuenta el alma de neón que parpadea sobre una fecha. El único significado es el que cruje recubierto de papel celofán. Y que solo a lo nuevo se le reconozca historia nos deja, a lo abandonado y a mí, huérfanos de nuestra única posesión.