martes, 9 de agosto de 2016

# 564


Las manecillas del reloj de la plaza se llaman tranvías. Igual que ocurre en los puestos del mercado, venden a granel sus productos. Cuando se le pide, el charcutero descuelga la longaniza del gancho, empuña el cuchillo con destreza y descuartiza el todo del embutido en rodajas que caen sobre el papel que en la balanza pesará lo mismo que una de ellas. Así ocurre con los tranvías, sirven el tiempo en lonchas a quienes los aguardan, de pie, en la acera, sintiéndose envoltorio que unas gotas de grasa han manchado y se les envía a la basura, sin nada.