lunes, 15 de agosto de 2016

# 567


En la concha de los deseos a veces entra un mínimo grano de arena, un casi nada que se queda pegado a la lengua de la ostra. Sobre el imperceptible y tosco grano, el molusco vierte un cemento suave con el que lo rodea y embellece. Y una vez vertido, ya no sabe cómo detener ese gusto de hacer crecer el grano, transformado en un bulto esférico, brillante, nacarado. Y cuenta la ostra el tiempo por el tamaño de su huésped, que crece con ella, dentro de ella, como un sueño que colmara su vivir marino. La perla, un sueño.