viernes, 18 de noviembre de 2016

Biografía de la mirada (II)


Podía no ver a nadie, aun mirándole a los ojos. Se cruzaba por los corredores sin responder a los saludos aunque a menudo caminara hablando, consigo misma o con el vacío que la acompañaba allá adonde fuera. Cara de persona solitaria, gesto abandonado, nunca se le vio, ni aquella tristeza que empalidece las facciones. Andaba siempre alegre, puro júbilo que no compartía. La rara, la llamaban las demás, la chiflada. Cumplía sus tareas y al final de la jornada, cuando las hermanas parecían rezarle a un padre autista, secreteaba ella con otro juguetón y comprensivo. Un dios igual de lunático.