jueves, 20 de abril de 2017

Dietario de sensaciones, 27


Están dentro, pero también alrededor. Después de pronunciadas revolotean algún tiempo por el cuarto y luego descienden en zigzag, despacio, y aterrizan sobre la blancura de la sábana donde, aunque no sea posible distinguirlas, aguardan con paciencia que alguien se acueste para volver a alzarse sobre una pierna, ascender por la espalda, sujetarse en un mechón de cabello o simplemente pegarse a la piel cuando un cuerpo que descansa las ha cubierto por completo. Y así obtienen una nueva aventura con quien las acaricia ahora en silencio, sin su sonido, solo con el recuerdo de que fueron pronunciadas por alguien.