jueves, 19 de octubre de 2017

2003 - «Mirar la Nada, ver a Dios»



Ah, la mañana en la que Rui entra en el autobús, ve un asiento libre junto a la ventanilla y va a sentarse. Ah, de la parada en la que sube un muchacho con camisa y pantalones de lino blanco y la pierna vendada. Tan joven y con tan agotado gesto. Ah, del instante en el que Rui le ve renquear entre asientos ocupados y al instante le cede el suyo, donde ha estado contemplando la nada. Por favor. Arthur Rimbaud le saluda con toda la claridad que atesora su mirada. Y agradece heredar lo que había dejado en herencia.