lunes, 13 de noviembre de 2017

«La mirada», en FCE (díptico)



1 
Se ha de sostener en la mano, si acaso el libro se le lee. De ahí que empiece por el tacto la lectura. La mirada devuelve la leve aspereza del papel verjurado. El color del pliego, sábana donde el poema se acuesta, ahuesado. Casi atardecer de octubre sobre una pared blanca. Casi duna frente al océano de las guardas. La mirada ronda antes de detenerse. Se deja mecer por el libro. Antes del poema. Su exactitud en la página. El artesano modelar uno a uno, hoja a hoja. La precisión tipográfica. El paspartú de silencio, alrededor. La gratitud del carácter. 

2
Reunir poemas es pensarlos de nuevo. Elegirlos otra vez. Componer un paisaje con sus voces diversas. Armonizarlos. Un golpe de batuta sobre el atril que sostiene una partitura nunca escrita. Descoser los poemas de los viejos libros para tejer un libro nuevo. Y con el cambio de lugar, la mudanza de voz. Reunir junto a los poemas antiguos los poemas recientes es añadirle a la sinfonía que se sabe tararear pasajes que aún no se han escuchado. No basta, entonces, con pensarlo. Habrá que escuchar uno a uno a los miembros del coro para saber quién será ahora el solista.