martes, 27 de febrero de 2018

Aquí y allá | Encuentros | RMR


Crepitaban los guijarros en la suela de unos zapatos nada propicios para el sendero. Sin levantar la vista de la página, lo había oído llegar. Adecentó con un pañuelo el espacio que quería ocupar en el banco, a mi lado, bajo uno de los tilos del jardín. Sabía que era su lugar predilecto y por eso me había adelantado. Disimulaba. Se dio la vuelta para sentarse. Se sentó. Llevaba en las manos un volumen pequeño, encuadernado en piel. Al tiempo que lo abría, musitó un murmullo que interpreté como un saludo. Quise decirle mi apellido, él me habría respondido: Rilke.