jueves, 26 de abril de 2018

Becqueriana / 133



Hay un prado llamado silencio en el que crecen las amapolas de la respiración alterada y cuando suspiran al atardecer los juncos presagian el cauce que fluye entre dos cuerpos. Hay una brisa que no cuela la ventana ni una puerta, sino el movimiento que mece la melena y despeina los cuidados. Hay un sauce de manos que se vierten sobre piel del aire y una enredadera de piernas que se entrelazan al tronco. Hay una sombra, que el sol ansía desbaratar sin lograrlo nunca, donde solo los dos se contemplan a sí mismos. Hay dos ríos y un mar.