domingo, 1 de abril de 2018

Dietario de sensaciones, 41



El invierno dedica sus noches a la fabricación del blanco. En pleno dominio del negro nocturno, teje una sábana de blancura sobre el paisaje. Y cuando llega por fin la luz, su paleta de colores le resulta inútil. Ni puede pintar los árboles, que amanecen blancos; ni los campos, que se extienden blancos; ni los tejados, que lucen blancos. Solo se le permite gastar unas gotitas de marrón mezclado con una pizca de amarillo sobre los pájaros que sobrevuelan la blancura. La insistencia de la luz, sin embargo, con las horas, acaba imponiéndose y devuelve los colores a la costumbre.